Soy timida, sí pero...
La noche del Pepe
Actualmente, como dice Laura, una amiga que tiene un éxito brutal entre el género masculino, “los Pepes cuidan tu pepe”. Sí, mis dos amantes se llaman Pepe, lo que facilita mucho las cosas. Por lo menos, no me ocurre como a ella que continuamente está a punto de equivocarse de nombre, aunque lo soluciona rápidamente con gran agilidad mental.
Mis Pepes (ahora me refiero a los humanos) son diferentes, pero tienen en común conmigo que les encanta probar todo tipo de juguetes y de cosméticos eróticos y acariciar y masajear y dejarse mimar.



No me imagino a mí misma ante un desconocido sacando del “armarito de los vicios” un fragante aceite afrodisíaco comestible y totalmente besable (¡ñam!) de La Maleta Roja ni aunque sea de vainilla y canela, o frambuesa, mis preferidos.
Necesito confianza y complicidad.

Exhibir, tocar, desnudarSí me imagino exhibiéndome ante un Pepe, cualquiera de ellos, desnudándome poco a poco, provocativa y juguetona, acercándome y mostrando, dejando tocar y esquivando, frotándome contra él y escapando de nuevo, haciendo poses ante el espejo medio desnuda, mostrando mis curvas y mis formas...

Cuando cae la última prenda, extiendo fragante aceite afrodisíaco –que además produce una sensación de calor muy rica en la piel, especialmente en las zonas sensibles-, en las partes de mí que quiero que bese y lama. Deslizo mis manos acariciándome y enseguida sus manos se unen a las mías, fluyendo por mi cuerpo y, de pronto, él siente la necesidad de comerme entera. Me convierto en un postre del que él nunca se sacia. En algún momento, alargo perezosamente una mano, cojo el aceite afrodisíaco –esta vez con sabor a chocolate-, pongo un poco en mi mano y lo extiendo por su sexo, pura lujuria; me encanta que dance entre mis manos.


Al límite del deseo
Otras veces, sin embargo, regalo a un Pepe un masaje de cuerpo entero, sensual y excitante, hecho de deslizamientos en la espalda, en el torso, en los muslos y en el vientre que lo hacen estremecer.

Uno de los Pepes es delgado, por lo que yo misma le doy la vuelta cuando quiero cambiar la zona a masajear. El otro es un tipo muy robusto y alto, por lo que necesito de toda su colaboración para que cambie de posición.
Le tiento con leves toques, me acerco a su sexo y lo rozo levemente. En ese momento, su polla se dirige hacia el cielo reclamando ansiosamente mi atención. Traviesa, pulso su impaciencia y su deseo acariciando, parando, rozando, pasando una mano después de otra por el tronco. Vuelvo a parar un instante, acaricio el glande –chorreante de aceite de frambuesa-, como si lo exprimiera sutilmente y al final lo devoro. Y como y como hasta que ambos nos saciamos.

O, a lo mejor, uso una crema de masaje Love in Style, también totalmente devorable, y jugamos los dos a untarnos con su morbosa textura con sabor a refrescante menta, dulce cereza, lujuriosa frambuesa o sugestiva vainilla hasta que terminamos en un masaje cuerpo a cuerpo en el que cada uno lame al otro en alegre desorden.
Mmmmm, me encantan estos placeres orales.
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  • SARA

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    Soy asesora de La Maleta Roja . Soy treinteañera (muy treinteañera, de hecho) y actualmente no tengo pareja. Ligo en ocasiones, aunque la mayoría de las veces no me entero de que me están tirando los trastos aunque me den con ellos en la cabeza. Me apasionan el sexo, las relaciones entre hombres y mujeres, las relaciones humanas y la vida en general. ¡Somos todos tan peculiares!!! Todavía espero que aparezca el amor, pero, mientras tanto, ¿por qué no pasarlo bien?