De víctima a verdugo

A veces pienso que he conocido ya a casi todos los tipos de hombres que pueden existir. Desde luego, no he encontrado el mío, el que me complemente y apoye y se deje ayudar y confíe…

Si algo he descubierto en mis variadas y atropelladas relaciones es que cualquier historia de amor debe basarse en el equilibrio.

Leyendo un artículo por fin fui capaz de identificar a mi ex novio Pablo, una de las relaciones más largas que he tenido y también una de las que me pareció más larga, y ponerle nombre y etiqueta a su “trastorno”; era el hombre víctima, el hombre llorica que, sin embargo, siempre hacía sentirme culpable.

Demandaba atención continua, se plantaba en mi casa para pasar el fin de semana y se afincaba allí. Al principio era o parecía muy romántico, muy de “este amor loco que nos domina y embravece y por el que no podemos pasar un minuto separados”.
Resultó ser un hombre muy casero, en contra de lo que aparentaba al principio y, cuando le decía que saliéramos ¡A DONDE FUERA1 me contestaba: “ay, cariño, con lo bien que estamos aquí juntos…”. Un aburrimiento.

Pasó el tiempo y se plantaba en mi casa aunque supiera que había quedado con mis amigas o iba a ir al cine o cualquier cosa que no implicara quedarme aplatanada junto a él. La frase pasó a ser: “¿ahora te vas a ir y me vas a dejar aquí solo?”.

Sonaba simpático y amoroso, pero acabó siendo una auténtica tiranía. En algún momento que decidí salir, cuando volví me esperaban unos morros hiperbólicos y la queja de que lo había abandonado.
Entonces empezaron los reproches: “ya no estás bien conmigo”, “ya no quieres estar conmigo”, “prefieres salir con cualquiera a pasar el tiempo conmigo”, “estás acabando con lo nuestro” etc…

Mi novio era una víctima y empezó a chantajearme y a meterme en un embrollo de chantajes por el cual yo era siempre la culpable de que las cosas no funcionaran y de que en lo nuestro no hubiera chispa. El victimismo, tradicionalmente atribuido a las mujeres, no es actualmente exclusivo de las féminas...



Manipulación pura. Él era una Víctima del tipo primario, los que más o menos han nacido así, y con sus carantoñas y su actitud lastimosa pretenden manejarnos para que siempre hagamos lo que ellos quieren.

También hay Víctimas de tipo secundario, o sea los que se vuelven así después de que haya un cambio importante en la pareja, como que hayan nacido hijos o uno de los dos haya perdido el trabajo, por ejemplo.
En ese momento, se vuelven unos lloricas y demandan más atención a su pareja con sus tejemanejes victimarios. “Nunca cedes en nada, siempre tengo que ceder yo”, “siempre hacemos lo que tú quieres”, “nunca tienes tiempo para mí”, “todo lo que me gusta me lo has quitado” etc y ad infinitum.

Su objetivo es llamar la atención y que todo gire siempre en torno a ellos. Se sienten terriblemente inseguros y monopolizar a su pareja es la forma de conseguir un remedo de tranquilidad efímera…

Pronto pueden pasar a la desconfianza y a los celos y, lo siguiente, es la muerte de la relación. Confieso que en ocasiones sentí deseos de matar a Pablo.

Frente a las mujeres que saben lo que quieren y que son dueñas de su propia vida, algunos hombres se vuelven timoratos y demandan atención con su victimismo. Mal pronóstico. Mi experiencia personal es que me sentía rabiosa e iracunda con él la mayor parte del tiempo; sentía que Pablo era un niño egocéntrico que sólo pensaba en sí mismo y en su bienestar y satisfacción. 



Llegamos al extremo de que cuando yo le contaba que me encontraba mal y pedía ayuda, él me contestaba, al cabo de pocos minutos, que estaba fatal y me pedía que le hiciera un té… 

Paradójicamente, se fue haciendo más fuerte en su debilidad victimista y llegó a tiranizar la relación. Nunca nada era suficiente para él, hiciera lo que hiciera, su conclusión era que no hacía todo lo que podía por nuestra relación (o sea, él) y que, por lo tanto, no le quería lo suficiente. Un día, estallé… He leído en el artículo que suele ser un fin bastante habitual.

En fin, todo aquello quedó atrás y espero que os sirva a alguna para identificar las relaciones asimétricas. No sé si puede hacerse mucho con un hombre así, pero lo que sé es que, desde luego, lo peor que se puede hacer es ceder a todas sus peticiones, caprichos y demandas.


Los tiempos han cambiado, desde luego y los roles en la pareja, también, pero creo que nos hace falta un reajuste a todos en general y a las relaciones en particular.
¡Por unas relaciones simétricas de igual a igual que tengan en cuenta las diferencias de cada uno y se basen en el diálogo, el respeto (también por uno mismo), la comprensión…!
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Inapetencia marital
Leo en un estudio publicado en iVillage, una comunidad de Nueva York dedicada a temas femeninos, que las mujeres casadas prefieren leer, dormir o ver películas antes que tener sexo con sus parejas.

Siempre me he preguntado por qué los científicos tienden a hacer estudios para demostrar verdades de perogrullo conocidas por todos (si nos molestamos en hablar con el prójimo).

Vale, reconozco que tengo información privilegiada, muchas mujeres casadas me cuentan en las reuniones que no tienen ganas, que no tienen tiempo, que están estresadas y cansadas, especialmente después de tener hijos que es maravilloso pero te cambia la vida totalmente.

Aquí los hombres (casados) pueden sentir la tentación de gritar: “¡ah! Ya te lo dije”, pero lo cierto es que si el 63% de las mujeres del estudio norteamericano prefieren hacer cualquier actividad que no sea sexo, también es cierto que el 80% de las mujeres con las que hablo se quejan de que ellos van demasiado al grano, que no las seducen, que no hay romanticismo ni detalles, que sólo las besan y tocan para tener sexo…

Sí, ya sé que hablo de inapetencia, pero prefiero mirar al futuro y captar la mirada provocativa y traviesa de esta mujer. Si la pusiéramos más veces nos iría mejor.


O nos armonizamos hombres y mujeres en nuestras formas de entender la intimidad, la seducción y el sexo o acabaremos todos jugando a la Playstation, juntos o por separado.

Si ahora las mujeres que leen este post sienten la tentación de decir. “¡ajá! Es culpa tuya” también debo añadir que si nosotras no hablamos, no seducimos, esperamos que él lo haga todo o casi todo, tenemos la íntima convicción de que debe adivinar nuestros deseos y actuar en consecuencia y no pedimos lo que queremos, estamos propiciando este alejamiento.

El dato de iVillage me hace pensar. Resulta que el 77% de las mujeres entrevistadas se sienten felices con su vida sexual dentro del matrimonio, pero, como he dicho, el 63% prefiere dormir, leer o ver películas…

¿Significa esto que la felicidad sexual matrimonial radica en la minisexualidad o incluso en la asexualidad? Tremendo panorama para una mujer que, como yo, es sexualmente activa (lo que me dejan) y busca pareja estable con la que ser feliz y procrear y tener mimitos y sexo y romance y futuro y risas y comprensión y apoyo e interesantes conversaciones… O sea que, como todas, lo quiero todo en uno.

A veces pienso que no debería leer noticias sobre la evolución natural de los matrimonios, bastante tengo con la involución de mis proyectos de pareja… A veces también pienso que debería/mos replantearnos lo que queremos de un hombre porque, ¿es razonable esperar que un hombre nos dé todo? ¿No estamos todavía subyugadas por el sueño del príncipe azul que nos tiene que salvar de todo, especialmente de nuestra realidad y de nosotras mismas y nuestro vacío existencial?
Mientras tanto, no hago más que besar ranas que se convierten en sapos al más mínimo contacto.

Los viejos clichés
Creo que tendríamos que revisar los viejos clichés. Por un lado, cada vez hay más hogares “alternativos” compuestos de solteras o solteros por convicción, de una madre separada y sus hijos, de una madre soltera por elección, de algún padre con sus retoños… Y, por otro, seguimos criticando duramente todo lo que nos parece diferente, todo lo que se sale de la norma.
En realidad, la opinión pública más extendida se puede resumir en la siguiente ecuación:

Mujer que vive sola: amargada.
Mujer que no tiene novio o pareja: amargada.
Mujer sin hijos: amargada.
Mujer que se centra en el trabajo: amargada.
Mujer sin pareja y con hijos: pobrecita.
Mujer que vive sola y tiene gato/s: amargada. También solterona (sí, en algunos casos sigue funcionando esa palabrita despectiva).
Mujer “promiscua”: insatisfecha que en realidad busca desesperadamente amor o cariño en lugar de sexo. ¡Ah! Y amargada.
Mujer fuerte e independiente: amargada que nunca encontrará un hombre que quiera estar con ella.
Mujer inteligente: peligro.

Pues vale… Yo me niego. ¡Ya basta! ¿no?
Si los hombres no nos quieren tal como somos, si no asumen las características y cualidades de una nueva generación de mujeres, ¿por qué tendríamos que cambiar?, ¿para qué?, ¿para convertirnos en lo que fueron nuestras abuelas y conseguir pareja a cualquier precio para servirla y adorarla? Ni hablar.




Lo he dicho y lo repito: como muchas otras mujeres de nuestro tiempo, no me cierro al amor y, de hecho, me gustaría encontrar un cómplice… algún día.
No obstante, aunque a veces me sienta un poco sola, no voy a conformarme y a comprar al primero que pase… Y, como yo, hay otras muchas mujeres que piensan así y que no quieren supeditar su felicidad a tener pareja o a no tenerla. Respetable como cualquier otra opción, ¿no?

Un besito soltero y juguetón
P.D. Esta noche he quedado con mi Pepe para ir a cenar. Qué triste suena eso de "mi Pepe" en singular, me siento huérfana de Pepe.
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  • SARA

    Mi foto

    Soy asesora de La Maleta Roja . Soy treinteañera (muy treinteañera, de hecho) y actualmente no tengo pareja. Ligo en ocasiones, aunque la mayoría de las veces no me entero de que me están tirando los trastos aunque me den con ellos en la cabeza. Me apasionan el sexo, las relaciones entre hombres y mujeres, las relaciones humanas y la vida en general. ¡Somos todos tan peculiares!!! Todavía espero que aparezca el amor, pero, mientras tanto, ¿por qué no pasarlo bien?